Un hombre entra en un cuartel militar. Es interrogado, golpeado violentamente en múltiples ocasiones, objeto de trato inhumano y degradante, obligado a pasar horas de pie de cara a la pared con una capucha en la cabeza y a dormir en el suelo como si fuera un perro. El suplicio dura cuatro días (hoy domingo 22 de marzo se cumplen cinco años) hasta que es trasladado a un penal de máxima seguridad, donde pasa 11 meses de su vida. Es liberado porque no existe una sola prueba contra él.
Estos hechos no pasan en una prisión estadounidense ni en Guantánamo, ni tampoco en un país dictatorial africano ni en un centro para criminales reincidentes. Ocurren en un acuartelamiento español, exactamente en Base España de Diwaniya (Irak) entre el 22 y el 27 de marzo de 2004. La víctima se llama Flayeh al Mayali, un traductor muy conocido entre los militares y periodistas españoles. Es, sin duda, nuestro Guantánamo particular.
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