martes, 24 de abril de 2007

ELGRUÑIDO

Había que ver las caras al día siguiente, cuando el estupor empezaba a disiparse y la magnitud del desastre se perfilaba con claridad. La avalancha de chistes (el patrocinio de Seven Up...) y el sarcasmo de los rivales dolían, pero lo que más oprimía el pecho era la conciencia del pecado indeleble. Pasarán los años y el 7-1 seguirá ahí, una mancha eterna en los anales. Luciano Spalletti quiso que la plantilla al completo diera la cara y cada uno farfulló el mantra que le correspondía: "Hay que preservar la unidad" (Totti), "Todo nos salió mal y a ellos todo bien" (Panucci), "con el 2-0 tuvimos demasiada prisa por marcar" (De Rossi), "nos faltan suplentes" (Spalletti). Qué se le va a hacer. La mecánica más fina del calcio reventó en Old Trafford: un muelle por aquí, una tuerca por allá. Un reloj destripado. Una lástima.

Gattuso convive con Maldini, Pirlo, Seedorf, Kaká y Ronaldo. Cuando habla, todos escuchanPor alguna razón, el desastre del Roma en Manchester y el éxito del Milan en Múnich generaron una misma reflexión, quizá deprimente, en numerosos comentarios: el hombre que marca la diferencia, el futbolista italiano más relevante en el calcio de hoy, es uno de esos tipos tan listos que prefieren pasar por tontos, torpes y obcecados. Se trata, como es obvio, de Gennaro Gattuso.

Él sigue empeñado en preservar su mala fama. Tras un partido de Italia en el pasado Mundial, un periodista le comentó que había sido el jugador más destacado de la selección. Cualquier otro habría respuesto con una ñoñez de manual. Gattuso, no. "No empecemos insultando al fútbol", masculló. Pero la evidencia empieza a ser demasiado meridiana como para ocultarla tras un par de gruñidos. El mismo Carlo Ancelotti lo reconoce: "En una escala del 1 al 10, la importancia de Gattuso en el Milan es de 10. Gattuso es el alma del equipo".

Los amigos le llaman Rino. Los tifosi, Ringhio (gruñido). Los puristas del fútbol le retirarían, si pudieran, la licencia federativa. Muchos le consideran un descendiente no evolucionado de los Stiles, los Vogts, los Stielike: perros de presa, sicarios al servicio del técnico. El respeto que se le depara en el vestuario de Milanello indica, sin embargo, que Ringhio es algo más que eso. Gattuso convive con un tótem viviente como Maldini, un delineante mudo como Pirlo, un ególatra hiperactivo como Seedorf y un par de talentos como Kaká y Ronaldo y, cuando él habla, los demás escuchan. Cuando grita, los demás reaccionan. Cuando bromea, los demás ríen.

Su presencia basta para relajar tensiones. Como Goliath para el Capitán Trueno, Biscúter para Carvalho, Sancho Panza para el Quijote o Haddock para Tintín, representa la comedia, la humanidad, el alma. Nació en Marina de Schiavonea, Calabria profunda, y cuando le fichó el Glasgow Rangers cenaba cada noche en un restaurante italiano; se casó, como corresponde, con la hija del dueño y, a su regreso a Italia, se construyó una mansión de indiano en Marina de Schiavonea.

Un futbolista con barba es ridículo o especial. Sólo se recuerdan los especiales: el último Best, el gran Hulshoff del Ajax, el belga Gerets, el doctor Sócrates. Con su barba, su autoironía, sus pies cuadrados y sus ojos de Martínez Soria, Ringhio parecía condenado al chiste. Se ha convertido, en cambio, en una prueba viviente de que en el fútbol, como en cualquier otro oficio, es posible aprender y mejorar, incluso cuando el talento natural es limitado. Gennaro Gattuso, campeón del mundo, de Europa y de Italia, se retirará algún día con un palmarés asombroso.

Un secreto: no tiene los pies cuadrados. Un dato estadístico: no es un jugador violento. Una evidencia: a él nunca le meterán siete.


Enric González es autor de Historias del Calcio

domingo, 22 de abril de 2007

Odiar en paz

Una reflexión muy interesante de Javier Ortiz, a ver que os parece...


En una mesa redonda improvisada que tuvimos el miércoles en Ràdio Quatre –la emisora en catalán de RNE– traté de explicar a mis contertulios (Verónica Portell, Alberto Surio, Antoni Segura y Josep Cabayol, responsable del programa Les agendes, que fue nuestro anfitrión) la importancia que tiene que aprendamos a odiar en paz.

Saqué la impresión de que no me había hecho entender. Para mí que quedé como si me hubiera dado un pronto poético, o algo así. Alguien me contestó muy amablemente diciendo que, en efecto, el diálogo, «que es inherente a la política» (¿lo es?), no tiene por qué desembocar en acuerdos; que la rivalidad es posible, y a veces inevitable.

Pero yo no trataba de rivalidades. Un rival es alguien que compite con otro u otros con la esperanza de tener más éxito en el desempeño de la misma tarea. Yo no hablaba de rivales, sino de enemigos. Es decir, de aquellos que se nos enfrentan para impedir que consigamos nuestros objetivos e imponer los suyos, diametralmente opuestos. Nada de esgrima elegante y caballerosa: combate; lucha entre pretensiones antagónicas.

No veo que haya ahí lugar para el juego. Me repatea cuando oigo hablar de «respetar las reglas del juego democrático». Que se imponga uno u otro modelo de organización social no tiene nada de contienda lúdica. Se dirimen las posibilidades de felicidad de demasiada gente. Me niego a frivolizar con asuntos de tanta trascendencia.

Traté de dar pistas de por qué derroteros apuntaba mi pensamiento evocando a Claus von Clausewitz. Dije que, del mismo modo que el gran estratega prusiano definió acertadamente la guerra como «la continuación de la política por otros medios», bien podría afirmarse que la política, abordada y sentida a fondo, es la continuación de la guerra por otros medios. Política y guerra se diferencian en los instrumentos de los que se sirven: pacíficos los de la primera; violentos los de la segunda. Se distinguen entre sí por eso. No porque en una sea de rigor el compadreo y en la otra prime la malevolencia.

En lo que a mí concierne, no estoy dispuesto a pastelear con quienes explotan y oprimen al pueblo. Y lo digo con plena conciencia de lo mucho que el empleo de términos como ésos chirría en estos tiempos de pensamiento blando. No lo oculto: odio a quienes sirven de punta de lanza política a aquellos que abusan de la mayoría. Ahora bien: no se me oculta que vivimos –aquí, en este rincón de Europa, y ahora– en tiempos de primacía de la política, es decir, de canalización de los enfrentamientos políticos por cauces pacíficos. De lo cual me felicito, porque la experiencia me ha enseñado que la violencia, cuando nace de la decisión de tales o cuales dirigentes políticos astutísimos, suele tener efectos desastrosos, poco o nada parecidos a los formalmente pretendidos.

Es de ese conjunto de consideraciones del que nace mi empeño en odiar en paz a mis enemigos.

Es posible que se trate de una actitud difícil de entender.

A no ser que se comparta, supongo.

jueves, 19 de abril de 2007

GRANDES VERDADES I

Hay dos cosas infinitas: el Universo y la estupidez humana. Albert Einstein

jueves, 5 de abril de 2007

Ultraderecha purpurada



Como se miran, cuanto se quieren, que asco dan... Manolo Rico extrae una perlita de El País.

El historiador Joan B. Culla i Clarà ha publicado un excelente artículo en El País, titulado "Ultraderecha purpurada", donde nos ilustra sobre la degeneración ideológica de la Iglesia Católica española. Impresiona sobremanera el top-less mental de uno de los capos del clan de Los Toños (ya saben, Cañizares y Rouco). Y comparto plenamente la conclusión de Culla: en lo tocante a la COPE, el problema no es el bandolero Jiménez, el verdadero cáncer para la convivencia es la ideología de Los Toños:

Cuando dentro de cierto tiempo, y ya con alguna perspectiva histórica, se analice la actual etapa de la política española -estos años de plomo que han seguido al vuelco electoral de marzo de 2004, este revival de una lógica guerracivilista que divide a los ciudadanos entre patriotas y traidores, esta explosión de cainismo que convierte al rival, al discrepante, al crítico en enemigo y, "al enemigo, ni agua"- será de justicia señalar, como responsables de la bronca, de la crispación, de la ruptura de los más elementales usos democráticos, de la recrudescencia ultraderechista, no sólo a los actuales dirigentes del Partido Popular, no sólo a una legión de periodistas u opinadores iluminados y fanatizados hasta la paranoia. También será preciso detenerse en el papel instigador y legitimador de la escalada reaccionaria que está jugando una buena parte de la jerarquía católica española, con la silenciosa aquiescencia del resto.

Resulta en verdad fascinante el giro que ha efectuado la brújula del episcopado español en tres décadas, desde los tiempos de los cardenales Enrique y Tarancón o Jubany -aborrecidos por la extrema derecha, la misma que consideraba "demoledora la política de Pablo VI en España"- hasta hoy, cuando los cardenales Rouco y Cañizares parecen casar la suerte de la Iglesia católica peninsular con el partido de Rajoy, Acebes y Zaplana, con la demagogia mediática más soez y con el ultramontanismo teológico, cultural y social más recalcitrante.

Si las causas de esta involución merecerían un estudio a fondo, los efectos están bien claros: desde 1977 acá, el catolicismo español ha perdido transversalidad -o, para decirlo en sus propios términos, universalidad- a borbotones; se ha transformado en una facción seguramente más dura, más compacta, más disciplinada, pero más pequeña, mucho más hosca y muchísimo menos permeable.

Desde esa fortaleza presuntamente asediada donde ella misma ha querido encerrarse, la jerarquía episcopal no cesa de lanzar proyectiles y calderos de aceite hirviendo contra todo aquello que, en el exterior, no es de su gusto, ya sea de naturaleza política o religiosa, temporal o espiritual.[...]

Pero el plato fuerte en esta degustación de exquisiteces episcopales lo cocinó don Antonio Cañizares Llovera, cardenal arzobispo de Toledo y primado de España, en forma de entrevista publicada el 9 de marzo en Alba, un semanario vinculado al grupo mediático ultraconservador Intereconomía, que capitanea el inefable Julio Ariza. "Mayor Oreja sostiene que una España unida sería una España más católica. ¿Lo comparte?", pregunta el entrevistador. "Totalmente", contesta el primado, "porque España tiene su origen en la fe, en la unidad católica en el tercer concilio toledano. (...) España será cristiana o no será España".

¿El proyecto de destrucción de España es en el fondo un proyecto laicista?", inquiere con su exquisita objetividad el redactor. "Así lo entiendo y así lo he escrito", responde el purpurado.

A continuación, el cardenal explica que, en su diócesis, se reza todos los días por España, y hasta la han consagrado (a España) "a la Divina Misericordia y al Inmaculado Corazón de María". "Hicimos esa consagración porque consideramos que hay que poner a España en las manos misericordiosas de Dios y en las manos de la Virgen. Es absolutamente necesario". Entre otras razones, porque el Gobierno de Rodríguez Zapatero, con la agilización del divorcio, con el matrimonio homosexual, con la nefanda Educación para la Ciudadanía, "ataca a lo fundamental de la familia" y "eso es la destrucción de nuestro futuro". En este gran y deletéreo proyecto gubernamental "existen elementos masónicos", precisa Cañizares, el cual confiesa haberse ilustrado sobre tal extremo con la lectura de El Padre Elías, una novela del católico integrista canadiense Michael O'Brien comparable, por su rigor y su aliento "conspiranoico", al Código Da Vinci, aunque en sentido contrario. Y, después de este alarde de erudición patrística, nuestro príncipe de la Iglesia concluye: "A veces, debería ser más claro al hablar". No, monseñor; no hace falta.

A la luz de tales asertos, consideraciones y referencias bibliográficas, hay una rectificación que se impone: basta de conceptuar como extremista o antievangélica la línea informativa e ideológica de la Cope. La cadena radiofónica de los obispos no hace más que reflejar -incluso pálidamente- el punto de vista de éstos, y Federico es sólo un mayoral megalómano, pero obediente y lealísimo a las ideas de sus patronos.

miércoles, 4 de abril de 2007

I LOVE TRANKIPASK!!!


Mikel Urmeneta es un tipo peculiar, fundador de Kukuxumusu, creador por antonomasia y últimamente blogero activo en elpais.com. Desde su extravagancia y genialidad nos acerca a un mundo lleno fantasía (unas veces dulce, otras perversa). La fotito se llama "El Cocarnicero", y el colega la colgó los pasados san fermines, en un especial de elpais digital... a las horas se la censuraron... un descojono. Todo un personaje este Urmeneta. Cuelgo una entrevista informal con otro crack; Buenafuente.

Que las difruteis (sobre todo tú, cabezón!!, para que no te sientas solo...)


Mikel Urmeneta. Pero ¿tú tiendes más a la depresión que a la ansiedad?

Andreu Buenafuente. Uy, a las dos cosas... Yo tiendo a la ansiedad por nervios; hago demasiadas cosas...

Mikel. ¡Tranquimazín!

Andreu. Claro...

Mikel. ¡Voy a hacer una camiseta: 'I love Tranquimazín'!

Andreu. No puedes parar de crear.

Mikel. Somos componentes químicos, nos alteramos o nos desalteramos por la química de nuestro cuerpo... Y con este cuerpo de noventa kilos y esta barba de Rasputín unos cinco miligramos de Tranquimazín te sirven para orar ante mil personas durante una hora sin que te suden las manos... A mi eso me flipa, adoro el Tranquimazín... ¿Tú lo usas?

La entrevista entera aqui, y el urmeneta a diario...