domingo, 20 de julio de 2008

Reseñas literarias

Mi extasis literario anual, que se suele resumir en la lectura de un libro para desatascar el tapón generado por la ingestión en época de oposiciones de tanto artículo de mierda de noseque ley, se ha visto prolongado con dos inesperadas y a la vez gratas apariciones.

En primer lugar y tras acabar “El tiempo y la memoria” de Julio Anguita (muy guapo) se presentó mi compañero Jorgito de Agricultura con un libro que soltó encima de la mesa con un seco: “te lo tienes que leer, te va a flipar”.

Y la verdad es que me ha parecido un pedazo de libro; cortito, intenso y profundo, “Los girasoles ciegos” de Alberto Méndez te cautiva desde la primera línea con cuatro historia sobre la derrota repúblicana en la guerra civil española. El libro por lo visto recibió varios premios entre los que se encuentran el Premio Nacional de Narrativa y el Premio de la Crítica de forma póstuma puesto que el tipo murió recientemente, y la verdad es que lo merece (yo por lo menos votaría por este, aún sin leer el resto).

El encuentro y la coincidencia en el fondo de la reflexión se produce en estos dos textos de La Historia casi Universal de “Espejos”, de Eduardo Galeano. Un libro genial.

Peligro en el camino

Alrededores de Sevilla, invierno de 1936; se acercan las elecciones españolas.

Anda un señor recorriendo sus tierras, cuando un andrajoso se cruza en el camino.

Sin bajarse del caballo, el señor lo llama y le pone en la mano una moneda y una lista electoral.

El hombre deja caer las dos, la moneda y la lista y dándole la espalda dice;

- En mi hambre, mando yo.

Última Voluntad

La Coruña, verano de 1936; Bebel García muere fusilado.

Bebel es zurdo para jugar y para pensar.

En el estadio, se pone la camiseta del Depor. A la salida del estadio, se pone la camiseta de la
Juventud Socialista.

Once días después del cuartelazo de Franco, cuando acaba de cumplir veintidós años, enfreta el pelotón de fusilamiento:

-Un momento – manda

Y los soldados, gallegos como él , futboleros como él, obedecen.

Entonces Bebel se desabrocha la bragueta, lentamente, botón tras botón, y de cara al pelotón echa una larga meadas.

Después se abrocha la bragueta:

-Ahora sí.

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