miércoles, 14 de febrero de 2007

REGALOS CON ENCANTO I: LA MÚSICA.

Llegan (llegaban..) las navidades, fiesta del consumo desaforado, donde se gasta hasta lo que no se tiene y donde los excesos cobran un sentido casi místico. No pienso hablar del indecente desequilibrio económico que sostiene este consumismo occidental, allá la conciencia de cada uno. En lo que me voy a centrar es el hecho, casi obligación, de hacer regalos. A mí me gusta regalar y que me regalen, pero lo que no me gusta tanto es adquirir la imposición de tener que regalar sí o sí. Los regalos que más me gustan hacer, son esos que te encuentras sin buscarlos y que te hacen recordar de una manera especial a una persona querida. Para ello no hace falta gastarse una pasta, ni mucho menos, o sí, depende del regalo y de la persona. Pero lo que es imprescindible es que genere sensaciones curiosas en el regalado. El mejor ejemplo es el regalo que me hicieron a mí, un día cualquiera, de hace ya algún tiempo, cuyo precio no superó las 300 pesetas y cuyos sentimientos rebasaron los millones de latidos…

Vivía en Azuqueca (Patrimonio de la Humanidad), allá por mis años mozos, cuando recibí un sobre con matasellos de Jaén, sonrisa; cartita de Rocío. Por esa época teníamos la sana costumbre de destripar nuestros sentimientos, de tiempo en tiempo, en un A4. Sinceramente, recibir una carta suya era una de las cosas mas especiales que me podían pasar, no solo me alegraban el día, me alegraban la semana entera, me refrescaban el espíritu, me daban calor y lo mejor y mas importante; me cargaban las pilas para poder resistir una temporadita más esa escarpada etapa de mi vida. Pero éste sobre contenía algo más que palabras de ánimo y comprensión, su peso y tamaño dilucidaban alguna sorpresa añadida: música!!! Tres cintas (tiempos aquellos), con una nota: “Me ha costado decidirme, pero ante tu petición, te he seleccionado tres estilos para alimentar los tres elementos que integran la persona: una para el cuerpo, otra para la mente y la última para el corazón. Cual corresponde a cual, lo decides tú”. Diox!!!, mensaje con enigma, esta mujer es la oxtia…Debiera aclarar, que yo por aquella época ya había descubierto la seducción de la música, pero sólo a medias, apenas oía cosas que se alejaran del punk y el rock and roll (dentro de un amplio espectro, eso sí), por lo que necesitaba abrir la mente, expandir mis conocimientos, cambiar de tiesto en definitiva. Y a quien mejor para pedir ayuda, que a una mujer con espíritu renacentista en pleno siglo XX (aquellos maravillosos años…).

El primer descubrimiento fue The Pogues, (originalmente The Pogue Mahone, “bésame el culo” en Gaélico) mitad folk irlandés, mitad punk británico de los 80, “música para borrachos irlandeses, to
cada por borrachos irlandeses”, que dijo aquel. Un grupo capaz de resucitar a un muerto, de suplir el prozak por vena y hasta de hacer bailar en la cornisa a un suicida con principios, aunque sea por última vez… Tienen una canción, “Fiesta”, mamma mía, dinamita para las arterias, una bomba de hidrógeno en el corazón del estado de ánimo, una canción que a nadie deja indiferente, y con la que nadie acaba en su sitio, salvo que estés atado o seas un memo. Le das al play y sin apenas preliminares, un ritmo energético se te empieza a meter por las hendiduras de la entrepierna. La letra, una especie de spanglihs envenenado, te atrapa sin solución (I am Francesco Vázquez García, I am welcome to Almería…) y te das cuenta de que está cerca el baile de san vito (primo de “don vito” el de “la revuelta en el frenopático” de Kortatu, inmensos…). Y no sabes como, pero tus pies ya han empezado a seguir al bajo y a la batería, y notas como vas perdiendo el dominio de tu tren inferior, la rebelión está cada vez más cerca, las rodillas, las caderas, el cuerpo entero sigue el ritmo… no hay nada que hacer, el control está perdido, solo puedes cerrar los ojos y dejarte llevar… Y de repente; las trompetas revientan la canción y gritas!! y sigues bailando, da igual todo, solo quieres descargar tus energías. Nada existe, nada importa, sólo estás tú y esos malditos borrachos que te han hecho perder el control hasta llevarte al éxtasis musical… cuando acaba, solo puedes decir lo mismo que Kjell Bjarne en “Elling”: Me cago en la putaaaaa!!!

Exagerado?? Pues ya verás la segunda… Siempre había pensado que el flamenco consistía en algo así como: Coger un texto de Lorca, poner a un gitano en una silla de madera y retorcerle los cojones hasta llevarle al borde del desmayo (sin ánimos racistas. No me gustaba, punto). Qué estúpido, que ignorante, que falacia. La segunda cinta me demostró que el flamenco es una música de raíces, cargada de momentos intensos, profundamente emotivos y con una fuerza difícilmente igualable. La cinta se componía básicamente de dos LP´s de José Mercé. El primero, “Del Amanecer”, es una obra maestra compuesta por Vicente Amigo, músico que todo lo que toca lo convierte en oro, como el disco “Me voy contigo” de Remedios Amaya (sí, la de la afamada “Quien maneja mi barca” de Eurovisión), que también estaba en la cinta y que se sale por todos los lados. Y el segundo, “Aire”, un muy buen disco, con canciones muy interesantes, como la versión bordada de “Al alba” de Luis Eduardo Aute (para que una versión sea válida, debe mejorar o aportar algo nuevo a la original, y ésta lo hace).

Pero la guinda de la cinta la ponían la primera y la última canción de la cara A. Ocurrió en el cuarto de mi hermana, el mío había quedado como una trinchera de la I Guerra Mundial. La cadena estaba en la estantería, metí la cinta y me quedé de pie, creía que con los
Pogues había aprendido la lección, craso error. Pulsé en el triángulo isósceles, di dos pasos atrás y me preparé para lo que pudiera venir. Cerré los ojos y me puse en situación, abróchense los cinturones, que vienen curvas; se escucha un murmullo intenso que delata la expectación de un auditorio a reventar, suenan tímidos aplausos y tras un silencio sepulcral, un ritmo de guitarra comienza el encantamiento. Acordes simples, sin virtuosismos, pero llenos de contundencia y de ritmo, labran el terreno para que una voz prodigiosa e incontenible aparezca en escena, y haga que el mundo se detenga, que el tic tac se pare, que la sangre se hiele. Un escalofrío recorre mi cuerpo con la intensidad de un terremoto de grado 12 en la escala Ritcher, los músculos se me agarrotan hasta el punto de hacerme perder el equilibrio, y cuando llega el estribillo (“Ay como el agua, ay como el aguaaaaa”) no puedo más y no encuentro otra manera de desahogo que echándome a llorar. Llorar a moco tendido, como un niño, como una magdalena. Un llanto purificador que te llena de paz y de armonía, que te relaja, que te sosiega y que abre los poros de tu ser, que se preparan para absorber la esencia de esos nutrientes que alimentan el alma. Y la canción sigue su curso “y los sueños toman la forma de música y la música de duende, y todo es magia y sortilegio…”

Retomé mi posición natural, la horizontal, y deje sonar la música. Cuando me recuperé, bajé a la cocina, me esmeré en las preparaciones de una cena suculenta y una vez repuestas las energías, me marché a despejarme al cobijo de las farolas del parque de “La Ermita” (segunda casa para mí). Cuando los OCB dejaron de cumplir su misión, puse rumbo a casa, me quedaba una cinta y estaba impaciente por saber que me depararía el destino. Esta vez no estaba dispuesto a dejarme sorprender, sería en la cama, arropadito, y que sea lo que tenga que ser. “Diálogos con la Música 2”, dos Cds llenos de música instrumental contemporánea mezclada con muy buen gusto, era lo que aguardaba pacientemente en su estuche TDK. Me acoplé, tomé aire y pulse el botón que daba paso al jardín de las delicias. Una mano pasea los dedos por las teclas de un piano, hasta convertir cada acorde en una caricia, en un susurro delicado que refresca el espíritu, que libera la mente. La música se convierte en imágenes, y las imágenes hacen que las palabras sean prescindibles en este banco de madera que se ha construido para que puedas disfrutar de la belleza del acantilado, y la mar en calma te arrastra hacia el descanso merecido, tonificando la mente estresada por un ritmo de vida insatisfactorio y abandonas el banco para surcar las nubes, cual pájaro en su perenigraje anual hacia tierras más cálidas, y cierras los ojos y disfrutas del plácido descenso hacia el mundo de los sueños, sueños regados en vino dulce, bajo el influjo del perfume del jazmín y el romero de este patio cordobés en una al-Andalus todavía libre de las hordas cristianas...



Fustafio

2 comentarios:

Unknown dijo...

Curiosa la definición de flamenco...

Fustafio dijo...

Pilarita, que eres un cielo, escribiste nada más leerlo pero yo no te contesto.

La definición del flamenco no es mía, en realidad es de un personaje enfermo, excesivo y que vive para la caricatura, además de amigo de toda la vida: El Pask.

Un día prometo presentarlo, no creo que te haga mejor persona, pero seguro que te partes el culo un rato...

un beso