Sin ánimo de oponer la más mínima resistencia, me deje atrapar por los encantos del sofá, después de una de esas comidas que te acercan al verdadero significado de la felicidad. Una fuente a rebosar de langostinos a la plancha había servido de magnifico preludio para la aparición estelar del plato fuerte del día. Los canelones rellenos de carne, con 3 centímetros de queso fundido por encima, le habían quedado a la Tili (me río yo de los chefs) de una forma espectacular; jugosos, sabrosos, crujientes, exquisitos… un autentico placer para los amantes de buen comer, un plato sencillo elevado a obra de arte. Y como la cosa estaba por que todo encajase, la elección del vino fue otro de los aciertos. Las dos copitas de “La Planta”, Rivera del Duero recomendación especial de la catadora oficial de la República Independiente de mi Casa (Estuve en el IKEA 2 días antes. Casi no lo cuento), se habían complementado perfectamente con los majares que había sobre la mesa, creando un plácido estado de somnolencia y desenfado. De esta manera no podía sino dejar hacer a mi cuerpo de una forma tranquila y sosegada, y que mejor forma que estar espachingao en un sofá amigo, a la caza y captura de algo interesante que ver en la televisión.
La primera ronda fue desalentadora, basura a punta pala, para los niños y para las niñas, para los grandes y para los pequeños… ninguna sorpresa por otra parte, por lo que rápidamente recurrimos al Digital +. Es ciertamente lamentable que la decencia televisiva, aunque solo sea mínima, cueste 30 € al mes. Pero en esta sociedad ya se sabe; el ocio cuesta una pasta, y como sea ocio con contenido, una puta pasta gansa… Lamentable, vergonzoso!!! Propongo una manifestación: Por el Derecho al Ocio Gratuito: Más SOMBRAS en verano, más TECHOS en invierno!!!
El caso es que echaban por el Plus “El Reino de los Cielos” de Ridley Scott. Yo tenía unos prejuicios enormes con la peli, que estuvieron a punto hacerme buscar algo interesante en otro canal (un partidito de la premier, por ejemplo). Pero la desidia (factor determinante en muchos episodios de mi vida) hizo acto de presencia y permitió, entre otras cosas que se escriban estas líneas. Los prejuicios no eran tan infundados. Para empezar había que tener en cuenta que el director había perdido casi todo el crédito, enorme crédito, que había acumulado con títulos de su primera época como “Bladde Runner” (1982), “Alien” (1979) o “Thelma & Louise” (1992), dirigiendo bazofias del estilo de “La tetonas O´neil”, o la patriotada barata de “Black Hawk, Denigrado”. En segundo lugar, había que tener en cuenta quien era el protagonista. Orlando Bloom, haciendo de caballero medieval??? Enciendan las alarmas, evacuen la nave, sálvese quien pueda… el guaperas de turno, que no creo que haya conseguido en su vida un puto papel por su capacidad interpretativa (“la belleza clásica” dicen… en fin), era el que tenía que centrar mi atención durante una hora y media, como poco. Un escalofrío me recorre el cuerpo entero, tengo que levantarme a por el mando, no esta tan lejos, puedo conseguirlo, levanta neo!!… y una polla, que sea lo que tenga que ser, pero yo no me muevo, que pierdo la postura, y ya se sabe; luego nunca es lo mismo.
Bueno, pues al final la peli tampoco está tan mal y Orlando Bloom se salva (no es Mortensen, ni de lejos, pero no pastelea demasiado), tampoco es ninguna maravilla, no se merece una tercera estrella pero la segunda la salva con honra, sobre todo porque tiene cosas muy curiosas que son dignas de mención. Para los amantes de las comparativas, hay que decir que si te gusto “Gladiador”, te gustará “El reino de los cielos”, para mí, incluso es mejor. Mejor en diversos aspectos, dentro del cual hay que destacar el del cierto rigor histórico, y según están las cosas, y tratándose de una película sobre las Cruzadas, donde la religión es la razón (formal porque como siempre en la trastienda es donde se cuecen los verdaderos motivos), poner a cada uno en su sitio es cuando menos un acto muy loable. Poner a cada uno en su sitio, o más o menos, consiste por ejemplo en empezar diciendo que los cristianos no eran unos angelitos caídos del cielo que pretendían librar al pueblo palestino de las hordas bárbaras musulmanas. En Palestina en las Cruzadas, como en Irak a día de hoy (curioso), la llegada de los occidentales, supuso una ola de muerte y destrucción difícilmente igualable. Los cruzados fueron saqueando todas las poblaciones que se encontraron en su travesía, matando a todo musulmán viviente (hombres, mujeres, niños y viejos) hasta la catarsis final en la toma de Jerusalén, donde no quedó un alma con vida… y eso, que es una verdad histórica, viene reflejado en la película.
Poner las cosas en su sitio, es por ejemplo, desmitificar a la secta de “Los Templarios”, elevados a las cumbres del olimpo por “El Código Da Vinci” como un círculo de intelectuales misteriosos, llenos de enigmas mágicos y que bla bla bla. Pues no!! eran unos carniceros fanático-religiosos que no hicieron sino amasar una fortuna a través de las guerras con los musulmanes (Las cruzadas, la reconquista, etc), y que fueron los principales causantes de las más despiadadas matanzas en tierra santa.
“Robin y Marian” de Richard Lester, película deliciosa apta para todos los paladares, narra el encuentro de Robin Hood (Sean Connery) y Lady Marian (Audrey Hepburn), después del regreso de éste de la tercera cruzada, la de Ricardo Corazón de León. En ella hay una frase demoledora sobre la grandeza de los cruzados. Robín mira fijamente a Marian y con una voz que delata su honor mancillado le dice algo así como: “En Tierra Santa no hubo grandes victorias, la única que tuvimos fue una matanza en la que las mayores bajas fueron viejos y niños. Cuando acabó la batalla, los monjes justificando que eran hijos del diablo, se dedicaron a revisar las dentaduras de los caídos para arrebatarles así las piezas de oro que pudieran tener…” simplemente terrible!!! Por cierto, no me resisto a incluir una de las frases por la que está película ocupa un espacio especial en el corazón de todos los que la hemos visto, y por la que posiblemente la peli pase a la historia del cine. Marian (monja ella, desde que él se fue) a Robin (corto y pego de la Wikipedia): "Te amo más que a los niños, más que a los campos que planté con mis manos, más que a la plegaria de la mañana, más que a la paz, más que a la alegría, más que al amor, más que a la vida entera. Te amo más que a Dios”; como escarpias...
Pero además, poner las cosas en su sitio, es reconocer la grandeza Salah al-Din (Saladino en castellano) y en contraposición la torpeza del ejercito cruzado. “El Reino de los Cielos” narra bastante fidedignamente los episodios que precedieron a la toma de Jerusalén por los sarracenos, y como los cristianos despreciaron el liquido elemento y los robustos muros de Jerusalén en busca de un ejército que esperaba pacientemente a que el astro rey convirtiera en una gran parrillada ese conjunto de armaduras. Salah al-Din, mucho más inteligente, jugó magistralmente a ese juego del gato y el ratón, lanzando rodillos ardientes para aumentar la sensación térmica y crear así su propio infierno particular, y solo cuando decidió que los cruzados estaban lo suficientemente cocidos y deshidratados, lanzó un ataque fulgurante, demoledor, incontestable.
La primera ronda fue desalentadora, basura a punta pala, para los niños y para las niñas, para los grandes y para los pequeños… ninguna sorpresa por otra parte, por lo que rápidamente recurrimos al Digital +. Es ciertamente lamentable que la decencia televisiva, aunque solo sea mínima, cueste 30 € al mes. Pero en esta sociedad ya se sabe; el ocio cuesta una pasta, y como sea ocio con contenido, una puta pasta gansa… Lamentable, vergonzoso!!! Propongo una manifestación: Por el Derecho al Ocio Gratuito: Más SOMBRAS en verano, más TECHOS en invierno!!!
El caso es que echaban por el Plus “El Reino de los Cielos” de Ridley Scott. Yo tenía unos prejuicios enormes con la peli, que estuvieron a punto hacerme buscar algo interesante en otro canal (un partidito de la premier, por ejemplo). Pero la desidia (factor determinante en muchos episodios de mi vida) hizo acto de presencia y permitió, entre otras cosas que se escriban estas líneas. Los prejuicios no eran tan infundados. Para empezar había que tener en cuenta que el director había perdido casi todo el crédito, enorme crédito, que había acumulado con títulos de su primera época como “Bladde Runner” (1982), “Alien” (1979) o “Thelma & Louise” (1992), dirigiendo bazofias del estilo de “La tetonas O´neil”, o la patriotada barata de “Black Hawk, Denigrado”. En segundo lugar, había que tener en cuenta quien era el protagonista. Orlando Bloom, haciendo de caballero medieval??? Enciendan las alarmas, evacuen la nave, sálvese quien pueda… el guaperas de turno, que no creo que haya conseguido en su vida un puto papel por su capacidad interpretativa (“la belleza clásica” dicen… en fin), era el que tenía que centrar mi atención durante una hora y media, como poco. Un escalofrío me recorre el cuerpo entero, tengo que levantarme a por el mando, no esta tan lejos, puedo conseguirlo, levanta neo!!… y una polla, que sea lo que tenga que ser, pero yo no me muevo, que pierdo la postura, y ya se sabe; luego nunca es lo mismo.
Bueno, pues al final la peli tampoco está tan mal y Orlando Bloom se salva (no es Mortensen, ni de lejos, pero no pastelea demasiado), tampoco es ninguna maravilla, no se merece una tercera estrella pero la segunda la salva con honra, sobre todo porque tiene cosas muy curiosas que son dignas de mención. Para los amantes de las comparativas, hay que decir que si te gusto “Gladiador”, te gustará “El reino de los cielos”, para mí, incluso es mejor. Mejor en diversos aspectos, dentro del cual hay que destacar el del cierto rigor histórico, y según están las cosas, y tratándose de una película sobre las Cruzadas, donde la religión es la razón (formal porque como siempre en la trastienda es donde se cuecen los verdaderos motivos), poner a cada uno en su sitio es cuando menos un acto muy loable. Poner a cada uno en su sitio, o más o menos, consiste por ejemplo en empezar diciendo que los cristianos no eran unos angelitos caídos del cielo que pretendían librar al pueblo palestino de las hordas bárbaras musulmanas. En Palestina en las Cruzadas, como en Irak a día de hoy (curioso), la llegada de los occidentales, supuso una ola de muerte y destrucción difícilmente igualable. Los cruzados fueron saqueando todas las poblaciones que se encontraron en su travesía, matando a todo musulmán viviente (hombres, mujeres, niños y viejos) hasta la catarsis final en la toma de Jerusalén, donde no quedó un alma con vida… y eso, que es una verdad histórica, viene reflejado en la película.
Poner las cosas en su sitio, es por ejemplo, desmitificar a la secta de “Los Templarios”, elevados a las cumbres del olimpo por “El Código Da Vinci” como un círculo de intelectuales misteriosos, llenos de enigmas mágicos y que bla bla bla. Pues no!! eran unos carniceros fanático-religiosos que no hicieron sino amasar una fortuna a través de las guerras con los musulmanes (Las cruzadas, la reconquista, etc), y que fueron los principales causantes de las más despiadadas matanzas en tierra santa.
“Robin y Marian” de Richard Lester, película deliciosa apta para todos los paladares, narra el encuentro de Robin Hood (Sean Connery) y Lady Marian (Audrey Hepburn), después del regreso de éste de la tercera cruzada, la de Ricardo Corazón de León. En ella hay una frase demoledora sobre la grandeza de los cruzados. Robín mira fijamente a Marian y con una voz que delata su honor mancillado le dice algo así como: “En Tierra Santa no hubo grandes victorias, la única que tuvimos fue una matanza en la que las mayores bajas fueron viejos y niños. Cuando acabó la batalla, los monjes justificando que eran hijos del diablo, se dedicaron a revisar las dentaduras de los caídos para arrebatarles así las piezas de oro que pudieran tener…” simplemente terrible!!! Por cierto, no me resisto a incluir una de las frases por la que está película ocupa un espacio especial en el corazón de todos los que la hemos visto, y por la que posiblemente la peli pase a la historia del cine. Marian (monja ella, desde que él se fue) a Robin (corto y pego de la Wikipedia): "Te amo más que a los niños, más que a los campos que planté con mis manos, más que a la plegaria de la mañana, más que a la paz, más que a la alegría, más que al amor, más que a la vida entera. Te amo más que a Dios”; como escarpias...
Pero además, poner las cosas en su sitio, es reconocer la grandeza Salah al-Din (Saladino en castellano) y en contraposición la torpeza del ejercito cruzado. “El Reino de los Cielos” narra bastante fidedignamente los episodios que precedieron a la toma de Jerusalén por los sarracenos, y como los cristianos despreciaron el liquido elemento y los robustos muros de Jerusalén en busca de un ejército que esperaba pacientemente a que el astro rey convirtiera en una gran parrillada ese conjunto de armaduras. Salah al-Din, mucho más inteligente, jugó magistralmente a ese juego del gato y el ratón, lanzando rodillos ardientes para aumentar la sensación térmica y crear así su propio infierno particular, y solo cuando decidió que los cruzados estaban lo suficientemente cocidos y deshidratados, lanzó un ataque fulgurante, demoledor, incontestable.
Salah al-Din era un hombre inteligente, osado, ambicioso, y con la suficiente habilidad como para lograr, en tiempos difíciles para los suyos, primero unir a su pueblo (ya lo dice el refrán: el pueblo unido…) para después plantar cara y derrotar lo que hasta entonces se había convertido en la mayor amenaza para su gente; Los ejércitos cruzados, símbolo de la barbarie religiosa, en su máxima expresión (y no es que me lo invente yo, está certificado históricamente, para quien lo quiera ver, eso sí).
Mi acercamiento a la figura de éste grande fue allá por el 2002, cuando empecé a preparar oposiciones (estamos trabajando en ello…), y en los desayunos, antes de la batalla con los amados-odiados apuntes, oíamos “La Otra Leyenda de Saladino”, que grande!!! Para los no afortunados, decir que era una serie dividida en pequeños capítulos (no más de 10 minutos) que se emitía todos los días en Radio 3, realizada por producciones Despertatroz y dirigida por el equipo de “Chichirichachi”, en una época en la que la radio pública se dedicaba a sembrar las ondas de programas con cuerpo como “Videodrome”, que centraba sus contenidos en una visión crítica de la realidad a través del cine (apasionante), o “El Mono Temático, que nos introducía de una forma muy entretenida en el mundo, desde entonces para mí, no tan aburrido de la ciencia. Pero esos fueron otros tiempos, hoy en día todavía se puede seguir oyendo buena música en R3, pero lo demás; el contenido, la diversidad, la capacidad crítica, la creatividad, la imaginación de otros mundos… el PSOE lo guardo en el baúl de los recuerdos al poco de su llegada al poder. Es curioso observar que lo que la derecha ni se atreve a tocar, la mal llamada “izquierda” lo desmonta sin complejos, a mi me apesta esa hipocresía política. “La Otra Historia de Saladino” relataba de una manera brillante, original, pero sobre todo muy divertida “la otra Historia” de las cruzadas, vividas desde el punto de vista de Saladino, en un camino vital que recoje los episodios más importantes desde su juventud hasta su vejez (quien la quiera que la pida, lo merece).
Pensar en la grandeza del Islam en la época de Saladino, me lleva a plantearme cual es la época más dorada de la península ibérica. Y no acepto como respuesta la época actual, pues aunque seguro que es cuando mejor se vive a nivel colectivo (a costa de un desequilibrio Norte-Sur indignante, por descontado), a nivel global, ejpaña no deja de ser pura mediocridad, por mucho que alguno intentara hacernos creer lo contrario poniendo los pies encima de la mesa oval, o haciéndose fotos en las islas atlánticas para intentar justificar lo injustificable. Así nos fue y así le fuel (como los hilillos del Prestige).
La época más dorada en la península ibérica, para mí, fue esa que transcurrió entre el siglo octavo y el decimoquinto. No, no eran cristianos los que dotaron de mayor prosperidad a estas tierras, más que les joda a muchos, fueron los musulmanes, en ese emirato y después califato omeya que dieron a llamar Al-Andalus.
En esta época, se alcanzaron las mayores cotas de riqueza económica (su agricultura y ganadería se convirtieron en una referencia mundial. No hay más que mencionar que su sistema de regadío subsiste en nuestro tiempo), de riqueza estética y cultural (sus jardines, paraísos terrenales, la mezquita, la Alhambra, su poesía, su música…) y de conocimiento científico y filosófico (su escuela médica, su apertura religiosa en la que convivieron las tres religiones, sus ilustres pensadores; Averroes y Maimonides, sin ir más lejos). Por cierto, Maimonides, un cerebro privilegiado, fue expulsado de la península por los Reyes Católicos; esos intelectuales, que tanto venera Aznar, amigos del pacifista Torquemada y que pasaron a la historia por su belleza, tolerancia e higiene personal. Hay una frase que describe muy gráficamente la grandeza de Al-Andalus en su época, en referencia al resto de potencias vecinas, en este caso las europeas (todas ellas cristianas, dicho quede). La frase forma parte de la película, peliculón, Laurance de Arabia de David Lean, un diálogo entre el orgulloso sultán árabe y el astuto Laurance de Árabia (otro personaje fetiche para mi, con ciertas similitudes con Saladino y del que un día hablaremos más detenidamente y de la película, como no. Gloriosa, vuelvo a insistir), el sultán le comenta con respecto al estado de tribalismo, disgregación y atraso de las tribus árabes, algo así como: “No siempre hemos sido así Laurance. ¿¿Sabías que en Córdoba ya había más de dos millas de alumbrado público mientras Londres no era más que una aldea,??”.
Algunos me reprocharán: ¿¿como puedo ser tan frívolo, al dejar fuera de esta elección los siglos que vienen justo después, véase el siglo XVI y el XVII, que curiosamente coinciden con el llamado Imperio español, sobre todo de Carlos I y de su Hijo Felipe II (del resto mejor ni hablar), ese “en el que nunca se ponía el sol”, y ese, en definitiva, que concentraba la mayor cantidad de la historia de toneladas de oro y plata, y kilómetros de extensión bajo el dominio de la bandera española?? Pues muy sencillo, porque aunque sí pienso que dentro de esos siglos hubo una gran eclosión cultural, sobre todo literaria, en el llamado “Siglo de Oro”, con genios de la talla de Lope de Vega, Calderón de la Barca, Francisco de Quevedo o Cervantes, también creo que la situación económica que se vivía en esa época no era sino la de la miseria más indecente para el pueblo. Porque no hay más indecencia que hacer pasar hambre a tu pueblo cuando las arcas están a rebosar de oro, de plata o de jamones ibéricos.
El Imperio español fue un imperio que despilfarró todo el oro y la plata de las américas en guerras estériles y estúpidas como la de Flandes, un imperio que no fue capaz de crear en su país una sola industria puntera, que destinó todo ese dinero a importar los productos que consumía en vez de a producirlos por sí mismo, y un imperio que no dudó en exterminar al 90 % de la población indígena que se encontró en el nuevo mundo. A mí, personalmente me merece muy poco crédito y muy poca gloria un imperio de este tipo, y lo que si que me produce es el mayor de los desprecios y de las vergüenzas. Desprecio hacia la clase dominante incapaz de gestionar dignamente un tesoro de tal magnitud y que podría haber contribuido a la construcción del bienestar a largo plazo de todo un país. Y vergüenza, porque todas esas riquezas no sirvieron sino para crear un manto de terror, muerte y desolación a su paso, han ido a Gante?? Vayan y vean para que servía ese inmenso tesoro, han ido a México?? Vayan y vean como se obtuvo éste…
En la historia hay muchos puntos de vista, y a veces el que se acerca más a la verdad no es ni el más bonito, ni el que más te gustaría. Quizás sea por eso que me hechizó tanto el “Alatriste” de Agustín Díaz Yanes. Porque apostó por no edulcorar la historia, fue valiente y relató la vida de un gran espadachín, pero mostrando junto con su orgullo y dignidad su lado más vil y oscuro, y enmarcando su relato dentro de una sociedad que vivía tiempos de mierda. No dudó en reflejar las penurias que vivía el pueblo de Madrid, y de España entera, mientras barcos repletos de metales preciosos no hacían ni escala en Sevilla (puerto central con las américas), dirigiéndose directamente a los bancos de los países bajos, para pagar las deudas de guerra. Díaz Yanes podría haber dirigido una película al estilo “Los tres mosqueteros” o “El Zorro”, con un personaje sin contradicciones, casi perfecto, que ganara al malo y se quedará con la chica. O podría haber rodado una película llena de intrigas palaciegas, donde el lujo y la ostentosidad quedarán remarcados, con lo vistoso que siempre queda eso. Es la película más cara de la historia, te imaginas la presión?? Podría haber jugado a conservar, a ganar una pasta gansa mediante el taquillazo seguro, que sin duda le hubiera dado hacer una americanada made in spain. Pero no!! Eligió no edulcorar los libros de historia para narrar en imágenes lo que tan lúcidamente hizo antes Arturo Pérez Reverte, eligió hacer una película oscura, una película de personajes, una película difícil de digerir para el espectador medio (todo un lumbreras, por norma general), una película al fin y al cabo llena de DIGNIDAD histórica y cinematográfica. Por eso me gusta tanto “Alatriste” (por eso y por la pedazo de interpretación de Mortensen, que está inmenso. Ariadna Gil tampoco desmerece, sea de justicia) por eso la defendí tan vehementemente (que sus peros también los tiene; no es ni mucho menos redonda, tiene flecos, pero los picos que tiene son colosales), por eso la promocioné incansablemente, y por eso me alegro tanto de que más de tres millones de personas la hayan ido a ver; porque la calidad, y aunque sea por una vez, no está reñida con el éxito.
Fustafio