domingo, 20 de enero de 2008

Luto en el Tablero

El jugador más genial de la historia del ajedrez". Esa era la sencilla y contundente definición que articuló Gary Kasparov para definir a Bobby Fischer (Chicago, 9-3-1943). Ayer, la Radio Nacional de Islandia (RVU) informó escuetamente del fallecimiento el jueves del ex campeón del mundo de ajedrez "tras una larga enfermedad" en Reikiavik, donde vivía desde marzo de 2005 huido de la justicia de Estados Unidos. En octubre y noviembre, según medios de su país natal, ya estuvo ingresado por trastornos paranoicos y falleció por una insuficiencia renal.

La mente prodigiosa de Fischer (entre 181 y 184 puntos, cuando se considera superdotado a partir de 130) alzó al hombre a la cumbre en 1972, cuando derrotó a Boris Spassky en una serie legendaria de partidas (12,5 a 8,5 con victoria del ruso en las dos primeras) que acabaron con un dominio soviético de 24 años y le convertían en el primer campeón estadounidense. El desorden y la locura frente al método. El comunismo de la URSS frente al capitalismo yanqui. Richard Nixon contra Leonidas Breznev. CIA ante KGB... En síntesis, la Guerra Fría jugada sobre un tablero ajedrezado. Fischer pasaba a la categoría de leyenda, de excéntrico héroe nacional; de judío ejemplar que no jugaba en Sabbath para respetar el día de descanso.

Sin embargo, esa misma mente que trabajaba incansable en un pequeño tablero que trasportaba a todas partes, le nubló la visión. De repente, en 1975, renunció a defender su título y desapareció. Se hizo carne de nuevo en 1992 para desafiar a la Administración USA al disputar una revancha en Yugoslavia con Spassky (con tres millones de dólares en una cuenta de Suiza como condición). Sobre el país balcánico, sacudido por los procesos de independencia de Eslovenia y Croacia, pesaba el embargo internacional. Fischer no hizo caso a las advertencias y fue condenado por "traición". Podía enfrentarse a diez años de cárcel. Y volvió a esfumarse.

Sus pistas llevan a habitaciones de Hungría, de Japón y de Filipinas con una orden de busca y captura detrás. En 1991 salieron a la luz unas declaraciones suyas que encendían la llama contra EE UU y el pueblo judío. Fischer se cobraba factura y pasaba de héroe a villano. "Los crímenes perpetrados por los judíos y EE UU en Japón (bomba atómica), Irak y Palestina han hecho que donde las den las tomen", declaró con la imagen del atentado del 11-S en las Torres Gemelas aún reciente. Su país, en 1998, decidió subastar todos sus bienes personales en Pasadena (California). Quería borrar al prófugo de su historia.

El 13 de julio de 2004, un eficaz funcionario nipón chequeó el pasaporte de Fischer cuando este intentaba viajar a Filipinas. Se comprobó que era un prófugo y se le internó en un centro de Ushiku. Una situación que duró hasta el 27 de abril de 2005, cuando el agradecido gobierno islandés le otorgó un pasaporte que evitaba la prisión en EE UU. El desaliñado Fischer retornaba a Reikiavik llamando "criminal" a Bush, "bastardo" a Koizumi, proclamando que "si jugara, sería el mejor", acusando a Kasparov y Karpov de "amañar" sus partidas y buscando consuelo en la soledad y en su pequeño tablero portátil. Hasta el jueves, cuando se extinguió su genio

64 años y 64 casillas en el tablero

Paco Vallejo | 19/01/2008

Una de las frases más conocidas de Bobby Fischer es aquella que dice que "el ajedrez es la vida". Curiosamente ha muerto con 64 años, como 64 casillas tiene un tablero de ajedrez. Un guiño más del destino, otro episodio curioso para la leyenda de un jugador excepcional que marcó toda una época. El estadounidense tuvo una carrera meteórica, convirtiéndose en el más joven de la historia en alcanzar el grado de gran maestro con 15 años. Destacaba por la preparación de sus aperturas, su buena técnica en los finales y su enorme capacidad de cálculo, ya que su cociente intelectual se dice que era superior al de Albert Einstein. En definitiva, fue un personaje muy brillante para el mundo del ajedrez, pero tremendamente extravagante, con muchas ideas discutibles en sus últimos años. Su vida fue difícil. Por mi edad (24 años) no viví su época, pero tengo el recuerdo de haber jugado con diez años frente a Zita Rajcsanyi, su novia húngara, en Oviedo.

Sin embargo, rivales como el danés Bent Larsen, que perdió con Fischer por 6-0 en el camino de éste hacia el Mundial del 72 con Spassky, hablan con cariño del que fuera su rival a pesar de una derrota tan severa. Yo creo que Larsen no volvió a ser el mismo tras aquel resultado. Así de voraz era Fischer, un jugador genial en una época en la que triunfaba la intuición. Ahora, estamos en otra fase, rodeados de ordenadores y analistas.

Paco Vallejo tiene el título de gran maestro.

Sacado de la página imprescindible - aunque parezca mentira -.

Ajedrez; ese deporte que tanto me gustaría dominar y en el que me conformo con mover las piezas con la mayor elegacia y dignidad posible.

Salud Fischer.


2 comentarios:

Anónimo dijo...

Vaya, me gusta lo que dices tú sobre el ajedrez, yo añadiría "y la vida", dignos y elegantes.

Fustafio dijo...

"y la vida" por supuesto, "la vida sobre un enorme tablero de ajedrez".

Duro y dificil ser signos y elegantes conforme están planteadas las reglas del juego actualmente, pero muy recomendable y muy reconfortante cuando se consigue.

Salud.